Aquí vuelvo a la carga con una nueva entrega de mi reviews cinematográficos. A veces pienso que os dan igual, pero entonces me doy cuenta de que las confecciono en un 80% para mí, en un 19% para Nibelheim y un 1% para cualquier despistado que pasaba por ahí y le dio por leerlo. Como de costumbre, hablo de una película actual, interesante pero alejada de la perfección o la maestría, y más divertido para el crítico, que en este caso soy yo. En esta ocasión os hablo de la película danesa Hævnen (Venganza), distribuida internacionalmente como In a better world, por aquello de que el título parecía decir Heaven, y por lo visto la traducción en inglés no les pegaba con el rollo del filme (y yo no puedo estar más de acuerdo).
Con esta película, la directora danesa (¡sorpresa!) Susanne Bier consiguió arrebatarle en 2010 el Óscar a la mejor película extranjera a González-Iñárritu y su famosa Biutiful. La trama se reparte entre dos familias y entre dos escenarios muy diferentes, un apacible pueblo danés y un campamento de refugiados en algún lugar desconocido de África (presumiblemente Darfur), aunque éste último es sólo el refugio para la soledad de uno de los personajes. El nexo que relaciona ambas familias es la extraña amistad que surge entre dos chavales.
Por un lado tenemos al pardillo de Elías, un chaval inseguro y miedoso que contempla el distanciamiento de sus queridos padres y que parece ser el objeto habitual y más fácil de las burlas de los matones de su escuela, que se ceban con sus prominentes incisivos y su acento sueco (su familia es sueca, vamos). Sus suecos padres son médicos y no se llevan muy bien (swedish style, ya sabéis, sin levantar la voz un ápice en toda la película). Su padre, Anton (cuyo careto abre el post), es quizá el personaje más importante de la película, cometió algún error en el pasado que lo distanció de su mujer. Anton ahora busca escapar de un hogar enrarecido, refugiándose en su labor como voluntario en un campo de refugiados africano, a merced de la arbitraria voluntad del señor de la guerra local.
Por otro lado tenemos a Christian, un pijo que se ha criado entre varios países (debido a la exitosa carrera profesional de su padre) y que tiene toda la pinta de haber tenido todo y más en esta vida hasta la fatídica muerte de su madre por cáncer. Tras el funeral, Christian y su padre deciden quedarse en Dinamarca para escenificar un nuevo comienzo, en la casa familiar de su abuela. La señora tampoco parece haber pasado hambre en su vida, ni posiblemente sepa lo que es la mortadela. La relación paterno-filial se ve terriblemente dañada por lo pasado y Christian se refugia en el odio y el aislamiento. No sabes si siempre ha sido así, o si es la incipiente adolescencia aliada con la traumática pérdida, pero es el niño es un capullo integral.

Os dejo adivinar quién es quién, aunque no deja lugar a muchas dudas, por aquello de la mirada aviesa.
La trama es relativamente sencilla. En Dinamarca a Christian le falta tiempo para meterse en movidas. En su primer día de clase presencia los acosos a que es sometido Elias, con el que posteriormente compartirá pupitre, para acabar en el suelo con una nariz sangrante a las pocas horas. Christian se aleja y Elias teme que su prometedor proyecto de amigo se esfume, pero al día siguiente, podemos comprobar que Christian es de los que "si me atacan, ataco" y como el chaval en cuestión era más grandote que ellos, no le queda más remedio que hacer uso de periféricos y atacar por la espalda, con resultados bastante violentos. Tras evitar ciertos problemas con la amable policía danesa gracias al mutuo encubrimiento, se forja una especie de amistad entre ambos, aunque más bien podemos hablar de la mutua compañía. Elias ejerce de testigo impresionable de la ira y los impulsos destructivos de Christian, puede que a Elias sueñe con ser tan fuerte y resuelto como Christian y por eso le sigue y le apoya. Ambos comparten la soledad de tener a sus padres ausentes física o emocionalmente. Christian será presa de su ira hacia su padre, hacia sí mismo y hacia la vida en general, lo que le hará aislarse más del mundo y simplemente hacer daño como forma de desahogarse si quiera un poco. Y Elias mira.
Mientras, en el campamento de refugiados, Anton observa cómo le llegan mujeres con gravísimas "heridas" producidas por la aleatoria acción de los matones pertenecientes a las milicias imperantes, que emplean una despiadada y cruel violencia simplemente porque pueden, y quizá porque deben, porque su posición y su propia existencia se justifica y se fundamenta en el uso de la violencia y la crueldad. Sin embargo, pese a su bondad y generosidad y a su entrega a los necesitados refugiados, parece que Anton no estuviera ahí, a veces todo parece un sueño, un recuerdo o un flashback. Su mente está en Dinamarca. En sus viajes a casa podemos comprobar la adoración de Elias a su padre y su siempre positiva influencia. En un momento dado Anton "sufrirá" los tratos de cierto chulo matoncillo en presencia de sus hijos y de Christian, a lo que intentará responder con indiferencia y calma: "Si respondes, si le golpeas, él gana". Sin embargo, Christian y Elias no parecen muy convencidos, lo que añade una nueva cuenta pendiente a satisfacer para el pequeño cabroncete.
La película evoluciona sobre este tema, sobre el tema de la violencia, física y emocional, sobre el hecho de que en todas partes del mundo hay gente que no puede evitar la necesidad de aplastar y subyugar a los que tiene a su alrededor y sobre todo, es una reflexión sobre la respuesta que se da ante los abusones, sobre si la venganza o la retribución son útiles y/o evitables y sobre si podemos evitar ser actores en el juego de la satisfactoria venganza y del ojo por ojo en el que la humanidad lleva instalada desde siempre.
En general el 80% inicial de la peli es bastante sólido, lento, potente y muy escandinavo, cimentado firmemente en la fotografía y en las potentes interpretaciones, en esos ojos que expresan miedo en Elias, ira en Christian y, no sabemos muy bien qué, en el caso de Anton. Geniales sobre todo los actores que interpretan a Christian y al bueno de Anton, un personaje genial, gris, intermedio, con dudas, pero sabio y zen. Su nórdico cutis curtido al sol africano es tan impasible como expresivo (¿son estos términos antónimos?). Un actor a seguir sin lugar a dudas y que, cosas de la vida, va a encarnar a Beorn en la adaptación que ya se está rodando de El Hobbit.
El uso de la cámara en mano y de los movimientos extraños de cámara a veces parece un poco abusivo y formalista. Lo más "decepcionante" para mí fue el final, quizá demasiado moralista o demasiado "final feliz", como si al final se convirtiera en una película de Hollywood, lo que nunca fue en el 80% inicial de la obra. Quizá por eso se llevó el Oscar.
Pese a todo una gran película para ver. Ya estoy investigando otras películas de Susanne Bier y ya os comentaré.
Qué buen comentario de la peli. Me la veré estos días; estoy intrigado, sobre todo por ese 80% de sobrio cine escandinavo.
Uf, cómo se nota que el amigo giancarlo redacta artículos con frecuencia.
Cómo lo echaba de menos, y ahora que recuperamos el poder de Internet tengo ganas de volver a darle.
Al volver a leer la cosa, no estoy seguro al 100%, pero de todos modos la peli está bien y se puede ver con la familia.